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El primer molar inferior es una pieza clave dentro de la arcada dental; sin embargo, de forma
frecuente se ve sometido a un tratamiento endodóntico. En tal caso, la apertura cameral ha de
tener una forma rectangular, para no omitir la presencia de un posible segundo conducto distal,
hecho que ha sido asociado en numerosas ocasiones al fracaso de dicho tratamiento. Pero
como bien describió Hess1, ya en 1921, cuando el primer molar mandibular termina la maduración
de sus raíces, tanto la raíz mesial como la distal, albergan un único conducto en su
interior, muy acintado en sentido vestíbulo-lingual; poco a poco, la aposición dentinaria va dividiéndolo
en dos conductos principales o configuraciones más complicadas. De hecho, desde
hace años la literatura relata la posibilidad de encontrar tres conductos en la raíz mesial, pero
la raíz distal también puede darnos sorpresas. Estas situaciones son más frecuentes en
pacientes jóvenes, donde ha habido una menor aposición de dentina y aumenta la posibilidad
de tratar complejas configuraciones de conductos. Para localizarlos debemos explorar cuidadosamente
el suelo de la cámara pulpar, y mediante ultrasonidos, inspeccionar el surco
remanente entre los conductos principales de una raíz. Varios estudios han obtenido que el
porcentaje de fracaso en el tratamiento de conductos es mayor en el primer molar inferior2-4.
Von Arx5 nos demostró de forma visual, mediante fotografías de ápices seccionados in vivo,
que en la mayoría de los casos, el origen de dicho fracaso está relacionado con partes del sistema
de conductos no limpiadas y selladas durante el tratamiento ortógrado. |
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